jueves, 26 de julio de 2007

[ Dolor de cabeza ]

Te levantas por la mañana mirando el reloj, y aunque el sol que se asoma por la ventana te indica que será un día lindo dentro del invierno, dejas que las horas corran tras las sábanas.
Una y otra vuelta, mi cuerpo rellena cada espacio frío de la cama, trato de buscar una posición especialmente cómoda que me acompañe en mis pensamientos, mas ninguna es suficiente.
Abro la ventana de par en par, a ver si la brisa logra ventilar mi cabeza y vuelvo a esconderme tras el conjunto de frazadas que envuelve mi lecho; buscar refugio en el sueño puede ser una buena alternativa, o tal vez impregnarse de un nuevo día... No lo sé, no lo sé...
Cuando decides levantarte, te das cuenta que ya han transucurrido un buen número de horas y mientras te miras al espejo, no puedes dejar de reparar en la mirada triste que reflejan tus ojos, acaricias tu propio cabello, respiras hondo e intentas escribir; mientras lo haces ese fuerte dolor de cabeza te bombardea, y te recuerda una y otra vez que tu estómago no tolera bien los alimentos, te recuerda una y otra vez que el dulce ya no tiene el mismo sabor, te recuerda una y otra vez cuan triste estás.
Una mano sobre mi frente y otra sobre mis mejillas; las cosas no funcionan como quise, como lo planié, como tenía en mente. Mi cerebro bombea fuertemente, me pregunto si el resfriado me tomó nuevamente; un dlor en la espalda que se siente muy caliente, será la tristeza del corazón.
Los pensamientos hablan muy fuertes, por eso la cabeza no los resiste, por eso el cerebro parpadea; quieren salir, quiren salir pero no pueden... no lo logran, ni lo harán.

sábado, 21 de julio de 2007

[ Nada ]

Cierro la puerta de un solo portazo y me quedo mirando al frente con los ojos clavados en el final del pasaje, el auto comienza a moverse y yo sigo inmutable en el asiento.

Mi papá abre la puerta de mi lado pues está trancada desde dentro, bajo y corro rápidamente bajo la lluvia. Recorremos una y otra vez los pasillos del supermercado, ninguno de los dos tiene bien claro lo que exactamente busca, la mayoría de las veces voy antojada con algo, pero esta vez no necesitaba nada, no tenía hambre, no tenía sed.

Separamos nuestros caminos, yo sabía perfectamente hacia dónde se dirigiría él asique sería fácil de ubicar, mas yo buscaba algo, algo, algo...

La gente que transitaba tomaba con determinación algún producto, o se detenían a decidir en cuánto a qé llevar consigo. Sentía que los ojos me pesaban, sentía una especie de bolsa bajo mis ojos. ¿Lo notaría la gente?.

La niña de la chaqueta color café, aros de argolla y el pelo cuidadosamente tomado, de mejillas y labios rojos, la vista cansada y el ceño fruncido; nadie notaría que el agotamiento me ha pasado la cuenta, pero ¿qué agotamiento?, pues no lo sé, pero así se siente.

Finalmente escojo un pastel, el mismo que dejé al lado de la computadora, ese que miro de reojos y que no quiero comer.

miércoles, 18 de julio de 2007

[ Miedo ]

Tranquilidad, ¡huye!. Intenta acelerar el paso al compás del viento, por ningún motivo voltees la mirada pues así atolondrarás tu camino. ¡Sigue veloz porque el miedo te alcanza!. Intenta perderte de su mirada penetrante, de aquella que clava sus ojos y desgarra tu alma; piérdete de sus brazos, aquellos que te quieren entrelazar y asfixiar fuertemente.
No, no cedas ante él, no sucumbas bajo sus trucos porque estos te atormentarán sin compasión; oirás que gime despiadadamente en tus oídos, no podrás taparlos para silenciarlo tan solo un momento, y mientras más hundas tus dedos en ellos, más grande será la desesperación.

Si calla en algún instante, será para murmurar lo que hiciste, lo que haces y lo que harás; te hablará de tus errores y engendrará solo angustia en tus entrañas; sudarás hasta empapar cada una de las partes que componen tu cuerpo y tus piernas comenzarán a temblar.

Si él desea soltarte de sus brazos ya de nada servirá, porque no detendrá sus murmullos hasta que caigas sobre tus rodillas implorando salvación. Tus cabellos arrancarás en medio del sudor i la desesperación que te dominan, y preferirías que ese dolor físico aplacara tu angustia, que captara toda tu atención, pero no, ¡es imposible!.

Ya escasas fuerzas te quedarán y sentirás como tu cuerpo tiembla y se agita hasta clavar tu corazón, ese que sientas explotar y que no deja que tu pecho descanze. Preferirás abrir con tus propias manos tu cuerpo y arranar el explosivo corazón; enterrar tus uñas hasta conseguir rasgar cada fibra bañándote en un líquido biscoso, romper cordones y tomar aquel aparato que posee vida propia para reventarlo entre tus dos manos.

Pronto él dejará de susurrar, tomará distancia y con deleite se convertirá en el espectador de la escena final; solo se oirá el silencio sepulcral y lentamente tu respiraición comenzara a cesar.

Lento, cada vez más lento, casi ni se oirá; nada más que un mareo bastará para que bajes la mirada y te desplomes.

Ahí acabará todo...

Por eso, tranquilidad huye, corre, ocúltate; tan oculta que no pueda sentirte. Pero cuidado, mantente siempre alerta porque de cualquier modo estará buscándote.